Seguramente has escuchado a alguien decir que “tiene las emociones a flor de piel”, posiblemente incluso lo hayas dicho tú misma, pero… ¿Por qué decimos eso? Probablemente hayas experimentado alguna emoción que literalmente, haga que tu piel se erice ¿a eso se debe el dicho?.

La piel es nuestro primer y único punto de contacto físico con el mundo. Es nuestro órgano más grande y es lo que protege todo lo que está dentro de nosotros. Y este argumento aplica tanto para hacer este análisis desde el punto de vista emocional, como para hacerlo desde un punto de vista científico. 

Lo cierto es que la piel es un reflejo de la forma en que procesamos muchas de nuestras vivencias diarias. ¿Sabías que los problemas en la piel suelen estar ligados a un desequilibrio en el sistema nervioso? La palidez al sentir miedo o ponerte roja cuando te avergüenzas son formas tangibles en las que la piel es un espejo de nuestras emociones… pero en realidad, hay mucho, mucho más. 

Existen innumerables afecciones de la piel que están totalmente relacionadas con nuestras hormonas o con los químicos que se producen en nuestro cerebro como respuesta a la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno. Hablar de cada una de ellas de forma particular nos haría perder el foco de una hormona en particular que nos afecta a todos: el cortisol. 

Como casi todo en la vida, el cortisol es bueno en cierta medida. Es una sustancia que nuestro cuerpo genera como respuesta al estrés y que funciona como un catalizador para que el cuerpo reaccione ante una amenaza. Sin embargo, cuando el cortisol se genera en exceso, puede implicar daños a la piel, como la deshidratación. Tener una piel deshidratada no solo implica una sensación incómoda y un aspecto de resequedad, sino que en algunos casos, como respuesta natural, la piel puede generar exceso de sebo o grasa resultando en brotes de acné. 

Estresarnos demasiado resultará en una producción masiva de cortisol que puede darle a nuestra piel un aspecto apagado, cenizo, e incluso, desacelerar el proceso de producción de colágeno y elastina provocando arrugas. 

¿Cómo mantengo un balance en mi piel? 

Sugerirte que “no te estreses” es completamente irreal. Por eso, te dejo algunas técnicas que me han servido para manejar mi estrés cotidiano y afrontar las situaciones que me tensan de una manera mucho más amigable. 

1. Quemar lo negativo 

Cuando surjan situaciones preocupantes o te encuentres a ti misma en un proceso que te estrese, escribe todo lo negativo en una hoja de papel. Tómate el tiempo que necesites y libera todo aquello que sientas que no te permite fluir o que quieres eliminar de tu vida. cuando termines, quema el papel y deja que tus miedos y sentimientos negativos se vayan con el fuego. 

2.  Muévete

Pon tu playlist favorita y sal a correr, baila como si nadie te viera o toma una larga caminata. Deja que el estrés se vaya de tu cuerpo mientras te mueves.  

3.   Rutina de Skin Care 

Cuando me siento estresada o abrumada, me meto a bañar y me pongo mis mascarillas favoritas mientras  escucho música. Es una rutina de amor propio bastante tangible que me ayuda a sentirme renovada después de pasar un tiempo de calidad a solas. 

4. Escribir afirmaciones

Si quemar lo negativo te hizo sentir bien, quizás escribir todas las cosas positivas de tu vida, tus metas, tus visualizaciones de éxito y todo lo que te hace feliz, te haga sentir mejor. Muchas veces lo negativo parece sobresalir, pero recordar lo bueno y darle el peso que merece nos puede dar una gran sensación de liberación y paz mental. 

… 

Estas son algunas de mis estrategias favoritas para manejar el estrés. Ojalá que llevarlas a cabo te haga sentir mejor y como consecuencia, puedas ver el reflejo de un mejor manejo del estrés en tu piel. ¡Cuéntenme cómo les va!

¡Hasta pronto, Valtimers!